Las necesarias tormentas de verano dan mucha vida al reino fungi, son el preludio de lo que será el otoño … si nada se tuerce claro está. Los recolectores que más saben de ello suelen seguir su rastro analizando temperaturas y tablas pluviométricas con el afán de dar con el cálculo exacto del momento de total eclosión del micelio.
Las setas de cardo (Pleurotus eryngii) son muy agradecidas a estas lluvias veraniegas, es fácil comenzar a ver los primordios de los micelios apenas una semana después. Aunque no son las únicas, existe muchas más setas de verano. El gozo que da ver estos primeros cuerpos fructíferos que nos ofrecen los setales permite calmar el ansia de recolectarlos para dejarlos crecer y alcanzar un tamaño más “adecuado”, dejémoslo ahí.
Entonces comienza tu cuenta atrás y cuando llegas al setal …. ahí están las setas como platos esperando ser recolectadas. El brillo del filo de la navaja planea sobre el pie para dar corte al sombrero, y en ese momento de querer hallar el nirvana una desazón amarga se apodera del momento. No eres el primero en ver la seta, en su interior decenas de larvas del díptero Tarnania finestrales están en pleno banquete devorando las exquisitas seta de cardo que con tanto recelo habías dejado crecer.
Y es que no es para menos, hace unos años un grupo de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid realizó una investigación sobre entomofauna, cerca del 20% de las setas recolectadas en las parcelas en las que se realizó el estudio estaban parásitas por esta pequeña larva de mosquito. ¡Menudo comesetas!
Así que la próxima vez que recolectes guías regionales de setas silvestres ya sabes que igual lleva inquilinos en su interior. Recuerda: hay que recolectar sólo lo que esté en su estado óptimo sanitario y de tamaño, el resto se deja como se encontró.