Cuando salimos a por setas, raramente solemos pertrecharnos de un equipo mínimo de primeros auxilios, como tampoco somos conscientes de los peligros que acechan a nuestros compañeros de cuatro patas, y sin embargo, existen una serie de animales venenosos que pueden dar al traste con un estupendo día al aire libre y causarles serios problemas de salud.
Es pues menester que nos ocupemos de este asunto y seamos capaces de reconocer cuáles son estos desagradables bichejos que acechan, unas veces escondidos bajo las piedras, otros al borde del agua o en zonas húmedas, otras incluso sobre la vegetación o que se arrastran por la tierra.
- Alacranes: En nuestro país encontramos el escorpión (Euscorpius europaeus), que pertenece a la familia de los arácnidos y cuyo abdomen se prolonga en una cola terminada con un aguijón venenoso y si bien su picadura no suele ser mortal, lo cierto es que puede causar serios problemas en animales inmunodeprimidos, viejos o excesivamente cachorros y en hembras gestantes y lactantes. Es habitual en zonas de secano, terrosas y pedregosas y suele cobijarse bajo las piedras para aprovechar su sombra en las horas de calor y también bajo las capas superficiales de la tierra, donde encuentra algo de humedad. No es infrecuente que el animal se lo encuentre cuando olfatea un lugar que marcar o cuando escarba por lo que habitualmente, el alacrán morderá bien la zona baja de las patas, en el mejor de los casos pues resulta más fácil evitar la progresión del veneno cuando pica las extremidades, o la zona de hocico y belfo, lo que puede llegar a producir riesgo de asfixia.
- Arañas: Un encontronazo con una Viuda Negra (Lactrodectus mactan) puede amargarnos el día; generalmente habitan las zonas pré-desérticas de la Península y la picadura de su uña, accionada por unos potentes músculos, inocula en la víctima una potente neurotoxina que puede llegar a causar la muerte por fallo cardiorrespiratorio en animales débiles o de pequeño o mediano tamaño. El resto de las arañas que pueblan nuestra geografía sólo son peligrosas en el caso de que ataquen animales alérgicos, dado que en tales casos la picadura puede desencadenar un shock anafiláctico de consecuencias más o menos graves.
- Avispa: Las avispas (Vespula vulgaris) podría decirse que están por todas partes y dado que son insectos heminópteros sociales semejantes a las abejas suelen congregarse en gran número en los avisperos, que construyen en los lugares más insospechados (troncos, muros, huecos de toda índole). Desgraciadamente no es infrecuente que los perros, atraídos por la frenética actividad y el ruido que producen se acerquen más de la cuenta a un nido de avispas y cuando lo hacen, estas pueden sentirse amenazadas y defenderse aguijoneando al infeliz. Y este es precisamente el problema, que en demasiadas ocasiones, cuando lo hacen no son una ni dos, sino varias. La principal zona de actuación suele ser la cara (hocico, belfos, lengua, ojos, garganta) y la inflamación que produce el veneno que inoculan causa una inflamación muy dolorosa que puede llegar a producir asfixia.
Muchos perros desarrollan una hipersensibilidad tal al veneno de estos diminutos insectos que si entran en contacto en sucesivas ocasiones con ellos, acaban por volverse extraordinariamente alérgicos, lo que multiplica el riesgo de shock anafiláctico y de muerte, por lo que en algunos casos bastará ya con una sola picadura para desencadenar un proceso extraordinariamente grave. - Culebras: Se da este nombre a toda una serie de serpientes, sobretodo aquellas de tamaño pequeño o mediano, que abundan en nuestra fauna, desde la culebra bastarda (Malpolon onspessulanus), hasta la de agua o collar (Natrix natrix), la de cogulla (Macroprotodon cucullatus), la de escalera (Elaphe scalaris), la viperina (Natrix maura), la culebra lisa meridional (Coronella girondica) o la de herradura (Coluber hippocrepis). Muy corrientes en nuestro país, la mayoría suelen carecer de veneno y cuando lo producen este tiene escasa incidencia tóxica y si acaso, el resultado se reduce a una pequeña inflamación en la zona circundante, resultado del edema que se forma y que es causado por la serosidad infiltrada en el tejido celular.
- Escolopendras: (gén. Scolopendra) es un miriápodo carnívoro, o lo que es lo mismo es un ciempiés venenoso, con un par de pies en cada segmento, muy frecuente en las regiones secas de la Península y que a edad adulta puede alcanzar fácilmente el centímetro de diámetro y los diez o doce centímetros o más de longitud. De color amarillo y negro, con una especie de puntitos rojizos a los costados, tiene hábitos nocturnos y durante el día se oculta bajo las piedras o en los huecos de los muros. Su picadura produce una importante inflamación con edema local que en ocasiones se infecta. El mayor problema es que el veneno que inocula mediante su par de pinzas, no siempre es fácilmente procesado y eliminado por el animal afectado, por lo que conviene realizar un control hepatorrenal durante las semanas que siguen al episodio, en evitación de males mayores, sobretodo cuando se trate de individuos débiles, viejos o inmunodeprimidos. Cuidado especial al sacar las setas enterradas, suelen estar debajo de ellas enrolladas en el pie bajo del sombrero.
- Garrapatas: Las garrapatas podría decirse que al igual que las avispas, están por todas partes, pero se concentran especialmente en zonas en las que existe presencia de ganado lanar, caballar, porcino y bovino o gran concentración de aves. Se trata del mayor de los arácnidos ácaros siendo la más frecuente en nuestra geografía la denominada garrapata común o del perro (Ixodes ricinus). Es un parásito en toda regla, que vive y se alimenta de la sangre de los mamíferos y las aves. Su mayor peligro reside en el hecho de que actúa como vehículo transmisor de graves enfermedades, como por ejemplo la de Lyme., pero dado que este es un tema del que ya se ha hablado profusamente en la revista no vamos a hora a incidir en él.
- Orugas: En los pinares mediterráneos y continentales es habitual tropezarse con largas hileras de orugas que, por eso mismo toman el nombre vulgar de procesionarias del pino (Thaumatopoeia pityocampa), que van buscando ramas de las que alimentarse y en las que construir sus enormes nidos de seda. El problema estriba precisamente en el hecho de que su costumbre de arrastrarse por el suelo en largas caravanas, soltando una baba de olor especialmente atractivo para los perros, hace que estos acostumbren a intentar chuparlas. Es entonces cuando las orugas ponen en marcha su mecanismo de defensa, emitiendo a través de los pelillos de que están revestidos sus cuerpos, una sustancia altamente irritante, constituida por un ácido fórmico sumamente urticante, que produce en el contrincante una reacción alérgica más o menos grave.
Cuando el perro alcanza a tragarse una o más procesionarias, l oque ocurre con demasiada frecuencia, el efecto de este tóxico urticante puede llegar a necrosar en pocas horas la lengua, partes del paladar y del revestimiento de la tráquea, lo que implica que al cabo de unos días el perro en cuestión llegue incluso a perder parte del apéndice lingual o del labio. Pero no es menos habitual que como consecuencia de la reacción alérgica del ácido también llamado meganóico, el animal sufra asfixia o shock anafiláctico, sobretodo si se trata de un individuo alérgico.
El más peligroso: La Vívora
Dentro del grupo de los reptiles saurios, tenemos varias víboras solenoglifas, o lo que es lo mismo, con un solo diente venenoso, que pueblan nuestra geografía y de entre todas ellas, la más peligrosa es sin duda la Víbora de lataste (Vipera latastei) que prefiere los terrenos secos y pedregosos del centro y del sur de España y que tiene la costumbre de encaramarse en pequeños arbustos durante las horas de máximo calor, lo que multiplica si cabe aún más el factor de riesgo dado que si se siente amenazada, suele morder al perro en la zona del cuello. En ocasiones el setero la suele encontrar agazapada y solo ataca cuando se siente amenazada, en la imagen de abajo da a entender que tenemos que tener mucho cuidado dado que el tamaño las hace pasar inadvertidas.
Sin embargo no es tampoco raro que se oculte bajo las piedras y muerda al incauto animal en la región del hocico y los labios. En cualquiera de los dos casos la hinchazón que su mordedura produce implica un grave riesgo de asfixia, lo que sumado a la calidad hemotóxica de su potente veneno se traduce en la destrucción de los glóbulos rojos, la alteración en la velocidad de coagulación y por ende serios riesgos de hemorragia, postración, polidipsia (sed excesiva), frío, vértigo y malestar, además de un intensísimo dolor en la zona de afectación, todo ello como consecuencia de la alteración que el veneno produce sobre todo el sistema vascular.
Esta es una situación de extrema gravedad que puede llegar a producir la muerte del animal en poco tiempo si no se actúa con toda la inmediatez y serenidad que requiere; es esencial inmovilizar al animal al máximo, para evitar la progresión del veneno por el sistema circulatorio hacia órganos altamente sensibles, y en el caso de que haya sido mordido en las extremidades, realizar inmediatamente un torniquete entre la zona de la mordedura y el corazón, trasladando con toda urgencia al perro a la Clínica veterinaria más próxima y avisando de la inminente llegada para que tengan disponible y preparado el suero antivipérido y el tratamiento sintomático.
Otras víboras habituales en nuestro país son la áspid (Vipera aspid) que puebla las regiones norteñas y la común europea (Vipera berus), la única que es vivípara, que puebla la cornisa cantábrica, pero ambas, al contrario que la primera son totalmente inofensivas.