¿A quién no le ha costado horrores el aprenderse más de un nombre científico de alguna que otra especie de seta?, quién diga lo contrario o ha estudiado latín o es que nos quiere tomar el pelo. A medida que nos adentramos en el estudio de las especies fúngicas vamos topándonos cada vez con más nombres científicos y palabras técnicas que debemos aprender a la fuerza para poder comprender un poco mejor este complejo mundo. Pues bien, lo que tanto nos ha costado llegar a aprender puede que en poco tiempo tengamos que volver a reaprenderlo, pero por cambios y modificaciones que se están produciendo en el día a día de la aplicación de la biología molecular y los consiguientes estudios moleculares en la micología.
Las pruebas de ADN que se están llevando a cabo en todo el mundo a manos de los mejores expertos micólogos conocidos, están desvelando que más de una conexión familiar de especies no lo es biológicamente hablando. Especies como la Macrolepiota procera parece ser que nada tiene que ver con sus supuestas hermanas del género Macrolepiota. Con tanto baile de nombre es normal que terminemos mareados y al final no sepamos exactamente cual es su correcta denominación científica. Pero esto no ha hecho más que empezar y seguro que en los futuros años la micología va a cambiar y mucho, las pruebas moleculares irán vertiendo claridad permitiéndonos saber con exactitud las especies que realmente se hayan emparentadas porque así lo indican sus propios códigos genéticos.