Su interés culinario es menor que el de la trufa negra, y por tanto también lo es su valor económico (entorno a un 60-80% más barata que Tuber melanosporum). Su aroma y sabor es muy bueno, pero mucho menos intenso que los del diamante negro.
En este tiempo que soportamos los rigores del verano también es posible consumir trufa fresca, aunque no sea trufa negra. Justo ahora, en la época estival, es el tiempo de la trufa de verano o trufa blanca (Tuber aestivium Vitt.), ya que está en su punto óptimo de madurez.
Esta especie de trufa tiene un aspecto exterior muy similar al de la trufa negra, con unas verrugas (carpóforo) de gran tamaño (de 4 a 7 mm de altura), y su carne (gleva) es blanca cuando la trufa es inmadura, siendo de color caramelo tostado o avellana cuando alcanza la madurez.