El mundo de la trufa nos cautiva a todos los aficionados a la micología y se hace más interesante cuanto más «oculto» es, en mente de todos esta ese antiguo rito de maleteros repletos y trueques a oscuras en gasolineras poco concurridas.
Requiere, la intervención de buscador y recolector;
así es, perro y dueño, compaginados para poder llegar al fin común de disfrutar de la búsqueda de nuestra trufa de verano.
La temporada oficialmente comenzó el 1 de mayo, pero esos calores tan elevados de la primera quincena del mes nos hizo pensar que la temporada acabaría pronto, sin embargo la meteorología este año nos esta acompañando.
Estamos en plena temporada de trufas de verano, con las lluvias de estos días junto a unas temperaturas moderadas, ha proliferado nuestro preciado hongo en montes de carrascas, robles y encinas, siendo de buena calidad y buen tamaño.
Debemos buscarla en zonas de tierra caliza, con una composición elevada de arcilla que, principalmente en orientaciones sureste, en vaguadas y valles soleados.
Delata su ubicación el “quemado” de su árbol anfitrión, observándose una zona alrededor limpia de hierbas y escarbado en su amplia mayoría por la fauna de nuestros bosques. Corzos y jabalíes son los animales más “gourmet”, les encanta la trufa y no dudan en mover tierra y piedras para llegar a ella, su aroma y sabor son inigualables, recuerdan a frutos secos y solo la supera la trufa negra (Tuber melanospurum) nuestro más afamado diamante negro, pero ya habrá tiempo de hablar de ella en diciembre, cuando empiece la temporada.
Presenta nuestra Tuber aestivum o trufa de verano un peridio de color negro intenso, cubierto de verrugas piramidales de 4 a 6 caras y de altura pronunciada, con estrías longitudinales poco marcadas.
La Gleba interior es con numerosas venaciones, muy ramificadas, que parten de multitud de puntos del peridio; el color de la gleba varía de acuerdo con el estado de madurez, de forma que inicialmente es blanca, después, con la maduración, las venas van tomando un color amarillo-pardusco, pardo-oliva y finalmente pardo-grisáceo.
Encontraremos la trufa de verano enterrada a poca distancia, entre apenas unos centímetros, hasta 10 como mucho, debajo de piedras o pegada a una raíz. A veces muy cerca del tronco, pero lo normal es que se desarrollen en los bordes del trufero y allí donde se concentre la humedad para poderse desarrollar mejor.
Iniciarse en su búsqueda es complejo, no tanto por lo medios que se necesitan como por los conocimientos que debe tener el “cazador de trufas” o truffles-hunter, si bien, adiestrar el perro puede antojarse complejo, se hace más complejo aún decirle donde debe buscarlas.
Autor: Javier Acedo Carvajal